11 ago 2015

El dolor de los padres de los niños wichis

El testimonio de tres padres wichis, cuyos niños murieron en Misión Rivadavia, pone en evidencia las carencias, pero sobre todo una indiferencia crónica.
Oscar Acosta, Julián Sarmiento y Enrique Acosta esperan, ansiosos y en silencio a El Tribuno. Son los papás de los tres niños wichis que murieron en un mismo fin de semana, hace casi veinte días, en Misión Rivadavia y cuyo diagnóstico no se conoció de inmediato. Los profesionales de Salud Pública se tomaron unos días para conocer detalles y en un viaje de una jornada buscaron respuestas a lo ocurrido. "Los indígenas estamos desapareciendo, muriendo. Y cuando ocurrió lo de los tres chicos culparon a los padres, a las familias, como se hizo en situaciones anteriores. Somos pobres para buscar atención en otra parte, estamos cansados de hacer trámites y es muy caro viajar a la Capital a buscar ayuda", dice Bernardino Pizarra, representante de esa comunidad wichi. Y con evidentes ansias de expresarse lanza más interrogantes: "Dónde están los representantes para conocer y resolver los grandes problemas de nuestros pueblos? Solo vienen como políticos a buscar los votos y después desaparecen. Estamos cansados de mentiras y cuando pasó lo de los chicos no apareció el intendente (Leopoldo Cuenca), ni los diputados ni el senador Mashur Lapad, que sabe que el departamento Rivadavia es el más pobre de Salta. Aquí no está el Estado y queremos saber dónde están los derechos", sentencia. Misión Rivadavia, donde murieron tres niños wichis en un fin de semana. Foto: Javier Corbalán. En esta misión del Chaco salteño, a seis horas de la Capital por las rutas nacional 34 y la provincial 13, viven una diez familias y hay unos tres módulos habitacionales, que son piezas que construye el Gobierno en cuya parte trasera tienen unos pequeños troncos sostenidos sobre otros "para que pongamos plásticos y armemos un techito, porque así consideran que estamos acostumbrados a vivir", dice Pizarra con la afirmación de sus pares. Pocas palabras, mucho dolor "Bianca tenía un año y seis meses, vomitaba y tenía diarrea. La llevé varias veces al hospital porque tenía síntomas desde hace mucho tiempo: le dieron solo un jarabe. Cuando dijeron que había que trasladarla al hospital de Orán ya era tarde, porque murió llegando a Pichanal, en la ambulancia. Al final me dijeron que tenía neumonía", cuenta en pocas palabras el padre de la nena, Oscar Acosta mirando al piso en un intento por ocultar sus lágrimas. "El sábado 25, a las 5 de la mañana, de golpe le agarró fiebre, tenía problemas para respirar, pero no lo internaron a tiempo. La ambulancia llegó a las 8, pero fue demasiado tarde", cuenta en un dificultoso castellano Enrique Acosta, papá de Isaac Samuel (primo de la primera), de un año. Y se suma Julián Sarmiento, padre de Ismael Julián, el niño de 3 años y 7 meses que también murió ese fin de semana, mientras exhibe un certificado de defunción que no dice la causa del deceso. Acceso complicado Todos cuentan una parte de los grandes problemas que tienen en la zona, pero coinciden en que en cuestión de salud lo más difícil es acceder. "Cuando la situación ya es muy grave recién deciden el traslado pero mientras tanto ya están deshidratados, muriendo. A los chiquitos tendrían que haberlos internado en el acto, ponerles remedios y atenderlos, no esperar. Y cuando murieron, nos echaron la culpa a los padres. Hay otro niño que murió una semana antes con problemas respiratorios, de apellido Laguna, pero era de misión La Esperanza. No sabemos los detalles de allí", dicen y el dato aclara lo que en un principio generó confusión respecto del número de fallecidos. Admiten que los agentes sanitarios visitan la zona, hacen controles de peso y talla y observan el calendario de vacunación, pero no es suficiente. Hay una suma de variables que no están contempladas en esta tarea, y así quedó en evidencia en estos casos. Misión Rivadavia, donde murieron tres niños wichis en un fin de semana. Foto: Javier Corbalán. "Cuando llegamos al hospital nos dicen que saquemos ficha (turno) y solamente dan cinco por día. Algunos viajan 30 kilómetros para llegar y quieren que saquemos ficha. Al final, ¿dónde está la falla, de quién es la culpa? ¿Del enfermo? Lo mismo pasa con el odontólogo. Y encima no hay pediatra ni ginecólogo", dice por su parte Armando Acosta, delegado del pueblo wichi en el Inai. "Cambian los gerentes, pero todo seguirá igual. Los empleados son criollos y nos discriminan desde hace años, por eso pedimos que designen agentes sanitarios, enfermeros, mucamas y choferes wichis. Son indiferentes con nosotros, no nos respetan. Ni hablar de la falta de insumos, ambulancias con cubiertas destrozadas pese a que las rutas y las distancias son grandes. Recursos Hídricos analizó el agua y dijo que tiene un 80% de arsénico y los dientes de todos están amarillos. Estamos abandonados", cierra. http://www.eltribuno.info/el-dolor-los-padres-los-ninos-wichis-n598388#fotogaleria-id-1102692

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